Más cuestiones en torno al libro “El alma de la toga”

Escribe: Diana Carolina QUISPIALAYA ESPINOZA

Miembro honorario del Grupo de Estudios Sociedades – GES, Bachiller en Derecho por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Fuente: http://www.ssociologos.com

“La abogacía no es una consagración académica sino una concreción profesional”. Sí, es una frase que nos comparte Ángel Osorio en “El alma de la toga” (1919), obra reconocida por ser un clásico en cuanto a la moralidad del abogado y en general en el mundo del Derecho, este libro nos enseña las directrices para que uno sea bueno en el oficio y de este modo lograr el bienestar social y el de la profesión. Sobre el manuscrito es menester indicar que en sus páginas prevalece la moral y la conciencia por encima de la preparación teórica y académica, además sostiene que el significado de la justicia nace de uno mismo.

Debemos de preguntarnos si lo puesto en dichas páginas se da en la práctica. Partiremos de uno de los ejes sustanciales del sistema ético de los abogados que nos plasma Osorio: el secreto profesional, el cual es sagrado y consiste en la reserva absoluta de lo confiado por el cliente. Nos ponemos en el supuesto que el abogado tome conocimiento, por parte del cliente, de hechos contrarios a sus convicciones éticas y morales, en este caso, el abogado tiene todo el derecho y deber de encaminarse hacia la dirección correcta para cumplir con la finalidad de la profesión, sin perjudicarse y menos perjudicar al cliente, es decir, dejar el caso en cuestión.

Frente a este dilema moral entre los deberes con la justica y deberes con el cliente, el actuar de cada abogado será totalmente subjetivo, cada uno tiene sus propias convicciones éticas y morales (que en principio deberían estar uniformes para lograr el bienestar social deseado), por ende, habrán diferentes las perspectivas frente a un mismo caso, y diferentes los actuares, unos pueden pensar que está bien y quedarse, otros que está mal y retirarse, pero otros que está mal y quedarse, otros que está bien y quedarse, pero cuál es la dirección correcta.

Coincidimos con el autor en que estas cuestiones generan más dudas que respuestas y son temas que uno ve en la práctica profesional, incluso en las noticias, donde nos ofendemos o aplaudimos muchas veces por la defensa que realizan los abogados hacia ciertas personas, quién está en lo correcto, pues claramente para unos se alejan de la finalidad de justicia. En ese sentido, y suponiendo que estamos frente a casos simples, entendemos que un buen abogado que piense que la información confidencial va en contra de sus principios debe de desprenderse del caso; por otro lado, hay casos complejos que requieren un mayor análisis e instrumentos como la ponderación para poder resolverlos, ya que es necesario tomar posición como abogado y de este modo salir del dilema porque repercute directamente en la carrera propia, en el cliente y en la sociedad.

Este cautivador libro (“El alma de la toga”) nos servirá para cuestionarnos asuntos morales de la profesión, incluso llegando a discrepar con el autor, es claro que el capítulo “La mujer en el bufete” es polémico en nuestros días, más aun teniendo en cuenta que hay asincronía entre el 1919 y 2022.

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